La mejor manera de garantizar la seguridad de la población contra una enfermedad es la vacunación.
Varias enfermedades amenazantes que se caracterizan por ser prevenibles mediante vacunas siguen estando a nuestro alrededor.
La viruela es la única enfermedad prevenible por vacunación que ha desaparecido por completo.
La poliomielitis está a punto de desaparecer, pero todavía está presente en algunos países.
No obstante, a medida que aumentan las tasas de vacunación, se incrementan las posibilidades de que se produzca un brote prevenible por vacunación.
Otros factores que pueden aumentar las posibilidades de un brote son el hacinamiento, la falta de saneamiento adecuado, la desnutrición y el movimiento constante.
Según la base de datos de epidemias de la OMS, se han producido 400 brotes entre 2005 y 2014, excluyendo el sarampión, que podrían haberse evitado mediante la vacunación.
Un brote tiene lugar cuando los niveles de la enfermedad superan los esperados.
Desgraciadamente, el mayor reto para la protección contra estas enfermedades son los sentimientos antivacunas. Un gran número de planes de inmunización se ven afectados negativamente por la falsa o la falta de información, razones personales, religiosas y de otro tipo que les disuaden de vacunarse.
Dado que algunas enfermedades se han vuelto bastante infrecuentes gracias a la vacunación, la gente olvida lo peligroso que puede ser si se produce un brote.
Para evitar la transmisión de enfermedades infecciosas es necesario que la población adquiera un alto nivel de protección. Por ejemplo, debido a que el sarampión es muy infeccioso se necesita un 95% de inmunización entre la población para evitar brotes.
Si el nivel de inmunidad es inferior al 95% es muy fácil que una persona infectada provoque un brote en la población.
Ejemplo: