La nutrición es fundamental para el desarrollo y el crecimiento de los niños y para mantenerlos sanos.
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La desnutrición incluye deficiencias, excesos o desequilibrios en la ingesta de energía y/o nutrientes de una persona. Hay tres formas principales de malnutrición:
El retraso en el crecimiento se produce debido a la desnutrición crónica en la primera infancia. Los niños que sufren de retraso en el crecimiento pueden no alcanzar nunca su altura completa ni su pleno desarrollo cognitivo.
La emaciación es una condición que pone en peligro la vida y que está causada por una ingesta deficiente de nutrientes y/o por una enfermedad. Se observa un rápido descenso del nivel nutricional en un corto periodo de tiempo que caracteriza este síndrome. Además, la emaciación infantil debilita el sistema inmunitario de los niños, por lo que son más propensos a las infecciones.
El sobrepeso suele ser el resultado de un estilo de vida poco saludable, del cual el consumo de alimentos procesados y la falta de actividad física son los factores de riesgo más importantes.
Como hemos mencionado en lecciones anteriores, ciertas poblaciones son más susceptibles a tener problemas nutricionales debido a sus condiciones de vida.
Las anomalías de crecimiento son comunes entre los niños refugiados/migrantes, tanto la desnutrición (emaciación y retraso en el crecimiento) como el sobrepeso y la obesidad.
La anemia (que puede considerarse una medida del estado de los micronutrientes) es frecuente entre los niños inmigrantes. La deficiencia de vitamina D es común en esta población debido a la limitada ingesta de vitamina D junto con la falta de exposición a la luz solar. La malnutrición puede obstaculizar el crecimiento de los niños y también puede dar lugar a afecciones como la diarrea y las enfermedades respiratorias, que se asocian a una mayor tasa de mortalidad infantil.
Por otra parte, especialmente durante los primeros años de inmigración, el estrés excesivo, el cambio de hábitos alimentarios, la adopción del estilo de vida occidental y las creencias y valores culturales hacen que los niños inmigrantes corran un mayor riesgo de padecer obesidad.
La malnutrición también se ha asociado a un nivel socioeconómico bajo, ya que la seguridad alimentaria está inversamente correlacionada con los ingresos familiares.
Además, el nivel socioeconómico bajo se ha asociado con un menor consumo de alimentos saludables. Más concretamente, se ha detectado un menor consumo de frutas y verduras y un mayor consumo de alimentos con alto contenido energético. Esto se atribuye al hecho de que los alimentos densos en energía tienden a costar menos que los alimentos saludables, por lo que los padres que tienen dificultades económicas se ven empujados a elegir la opción poco saludable.